A la vista de la actual situación
económica, está claro que el sistema que rige la economía mundial ha fallado.
Ha fallado, sí, y cada persona dará un motivo distinto. Unos hablarán de
acuerdo a sus ideas políticas, otros dirán que vivíamos por encima de nuestras
posibilidades…
Lo más cierto es que quizá no sea
tanto un fallo de un sistema que aparentemente funcionaba, sino de quien lo
manejaba. Porque nada es infalible, y si se gestiona mal, más probabilidad hay
de que acabe fallando. Y para ilustrar esto, basta con abrir cualquier
periódico. En lugares afectados por la crisis se descubren constantemente casos
de corrupción. Y lo más triste es que llega un punto en que no sorprende a
nadie.
El problema podría ser ese, que
nunca pasa nada. Una declaración pidiendo perdón, una dimisión, o a veces ni
eso, y todo está olvidado. No es sorprendente entonces que los niveles de
corrupción sean tan asombrosos, no se hace ningún intento por frenarla. Puede
que nadie tenga el valor de hacerlo, porque temen que a su vez se les descubra
a ellos y sus ‘‘negocios’’.
Llegados a este punto, debemos
recordar que la economía es mucho más complicada. Sin duda, la actual situación
financiera es fruto de multitud de factores. Pero, indiscutiblemente, la
corrupción y la ineficacia no ayudan en nada, y son estas la que allanan el
camino para crisis como esta. Una mejor gestión podría haberla evitado, o al
menos minimizado. Esto lleva a pensar que, en ocasiones, la responsabilidad
recae sobre quien no tiene la capacidad de portarla; y el resultado, ya se ha
visto.
Sergio Fernández Blanco
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